jueves, 4 de noviembre de 2010

...Ella sola...

La inspiración puede empezar con una situación, con una idea, o con un simple trazo que se extiende que va vibrando, que se encuentra ya creando al momento de acontecer, a veces sin saber que será, a veces imaginando a medida que va naciendo. Este dibujo es un poco de eso muchas sensaciones, momentos, creación y azar de hace más de un año hasta acá…y supongo que aguanta otros trazos más. También va con una canción ¡Lo comparto!


Ella se perdió
Pedro Aznar

Ella se perdió
porque suponía lo que debería pasar
Ella se perdió
entre las palabras esperando que abran el mar
Y siempre oyó lo que él no le decía
oía muy mal…

Ella fue y volvió
por caminos ciegos, se quemó con fuego al pasar
Ella fue y volvió
ya sin compañía porque no quería cambiar
Y siempre vio fantasmas que no había
veía muy mal…

Por hablar
Por no dormir
Por hoy vivir
en el ayer

Por guardar
dentro de sí
Por no salir
Por no perder

Ella se perdió
cuando ni pensaba que la suerte estaba en impar
Ella se perdió
se metió en un viento que cortó su aliento al soplar
Y siempre dijo lo que ella creía
decía muy mal...


*LoRe*PaO*

sábado, 23 de octubre de 2010

De nuevo a la vida

    Compartimos con ustedes el relato de un amigo, de un compañero, de un artista. Un cuento de Nicolás Castillo, un guardián de Atahualpa.

   Siempre hay un nuevo momento en la vida, en donde algunas cosas se aclaran y con ayuda de la suerte construida, aparece una gran sonrisa.
     Levantarme a las 4 de la mañana con ganas de leer, matear y tocar la guitarra es una rutina poco común, ya que a esa hora  suelo verme entre amigos y alcohol o sino en un sueño fantástico, pero jamás delante del espejo y con esas ganas de salir como si fuera el primer día en que algo podría pasar.
      Y bueno, encendí el chancho, le di play a Yusa y pensando más en esa musiquita que en los libros que luego quise leer; me puse a hojear “El informe de Brodie” y “El canto del viento”. Lento y corto fue  aquel momento, porque lo que sucedió después terminó con eso.
       Pero lo que sí, es que transcurrió un buen rato, quizás media hora hasta que Pocho, mi perro, pidió salir a mear y volvió mordisqueando su rama. Se la tiré lejos y volvió muy rápido. La lancé más lejos, corrió a trote firme, la trajo entrando a la cocina y se sentó
—¡Bien Pocho!, dije mientras lo tocaba en la cabeza.
—¡Guau!, sonó su garganta, pareciendo entender.
     No quiso jugar más y fue mejor para mi, que aunque estaba tratando de engañarme a mi mismo —creyendo que quería leer en vez de musiquear— me enfriaba  en el patio porque eran las 7 de la mañana del invierno y el suéter que llevaba puesto era muy fino.
     Fue en ese momento, en donde pasó todo. Allí fue el crimen. Creo que los 2 o 3 relatos que leí en “El informe de Brodie” hablaban de la muerte. Tal vez sólo por eso pensé en matarlo, y en monólogo internó declaré:
      —Miedo, estás fuera de esta vida, mi vida.
¿Quién dice que hay que andar de terapia para resolver las cosas? Hay pibes que arreglan los crímenes injustos mediante ajuste de cuentas, en persona, de manera cruda, a mano armada. Y al filo estaba mi inconciente y me dispuse a enfrentar a un jinete montado, a la estructura, dura de por sí, estructurante por definición, y le dije:
     —El arte, a partir de ahora, es lo que yo quiera. No me vengas con pavadas, que desde hoy paveo sólo.
    Y era cierto, aunque sabía que con eso no bastaba. Debía ir por más y sin las armas de las armas, las guitarras criollas, averiadas en batallas anteriores. ¿Qué le iba a cantar al miedo, sin tambor y sin las cuerdas?
    Ahí aparece lo extraño, si es que algo de esto puede ser llamado normal. Atahualpa, zurdo y ávido de experiencias del caminar en uno mismo, se hizo escuchar una vez más. Me pareció oír hablar a su fotografía:
Una mano en la guitarra y al otra firme en el papel, muchacho, porque el cambio empieza en el corazón y quién sabe donde termina cuando la voz canta con el viento.
   Y así fue, nada menos que un resurgir atento de una mano y otra. La izquierda tomó la guitarra sin tocarla y la derecha, móvil, ágil y en lucha derramó tinta negra, barata y china para terminar con la cosa. Así es que fue, con la izquierda y la derecha unidas y contra la cosa que en mi había provocado alguna vez, malestar.
    Pero, ¿qué es esa cosa? Es la cosa que da miedo y cierra el corazón. Es cosa porque ese es su nombre y como no se que es, no es un problema. Lejos de ser un objeto científico —para la psicología— sólo es una cosa que al fin del cuento corto será un recuerdo mal vivido del invierno, como un calefón que no supo entibar un poco los caños para tener un baño caliente.
    Es que donde se abre la historia. Termina, porque empieza a ver su camino el caminante. La cosa era algo y ahora es tiempo de otra. La vida cambió y la cosa es memoria. El mate está muy lavado y por fiero que es ahora su gusto si o si tengo que cambiarle la yerba. Pero, esta mañana también es historia y el fin del cuento es el principio en donde empieza otra etapa. Es que es necesario volver a llenar la pava y calentar el agua.
     ¿Y la guitarra? ¿Y los libros? ¿Y la mañana? En la próxima batalla contra mi serán fieles amigos y  guerreros que sin paz alguna irán en busca del miedo que antes me había inventado. Ahora es mediodía y puedo ver lo nuevo del camino. Quizás invente otra cosa, para pelearla escribiendo y musiqueandole con nuevos versos para esta memoria.

08 de agosto de 2010
Nico Castillo

jueves, 21 de octubre de 2010

Un batalla desigual

Todas las guerras son diferentes, aunque todas tengan el mismo efecto negativo, todas son diferentes, y esta no es la excepción, principalmente por el tipo de enemigo al que hay que enfrentar.

Los bandos ya están divididos, por un lado un montón de personas, yo, vos, el, ella, nosotros, vosotros y ellos, todos bajo el mismo nombre de estudiantes, todos  juntos contra los otros, los otros  que son solo tres, y nada mas que tres.

Y así comienza todos contra ellos, y ellos contra todos, y al parecer tenemos ventaja numérica y todo parece fácil, pero ellos se multiplican y  cada uno vale por 30 o por 31. Y en ese preciso momento nosotros nos damos cuanta que mientras creíamos que todos éramos un gran ejército, ahora cada uno esta solo, solo peleando su propia guerra.
Entonces lo que parecía ventaja numérica a nuestro favor ahora es 92 de ellos contra 1 nuestro y empezamos a sufrir.

Cada grupo posee diferentes tipos de armas, el nuestro cuenta con nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra energía (pero pocas balas para cada una) agotadas en batallas anteriores, y solo algunos soldados cuanta con la mejor arma que alguien pueda pedir “la suerte”.

Por el bando de los 3 el armamento es impresionante, sumado a sus poderes sobrenaturales. Armados con montones de malas noticias y exigencias, armas que atacan principalmente a nuestro sistema nervioso, entre este tipo de armas hay “entregas de trabajo para la semana que viene”, “guía de lectura”,  además innumerables bombas de cansancio y robadores de sueños, cuyos principales efectos se ven en nuestro cuerpo, entre otras armas que nos chupan la energía y nos dejan mas muertos que vivos.
Además ellos cuentan con la ventaja de que es su única  guerra del año, mientras que nosotros venimos batallando desde un principio.
Y lo peor del caso, que muchos aliados nuestros, pasan a formar parte de sus líneas, involuntariamente, por esta razón se da la sensación de luchar solo. Así es que un montón de compañeros que seguramente están igual o mas ocupados que nosotros, se las ingenian para organizar fiestas, salidas, reuniones y montones de cosas mas, cosas que solo atentan contra nuestro preciado tiempo, otros tantos que siempre  meten palos en la rueda y  profesores que durante el año solo pedían lo justo y necesario, ahora se despachan con montones de monografías, ensayos, informes de lectura y presentaciones de clases.

 Y mientras las gotas de traspiracion comienzan a correr por nuestro rostro, provocadas por la temperatura del clima que va en aumentos, seguimos  en una batalla que por lo general cuanta con 3 partes.
La primera es donde reconocemos nuestro enemigo y la cantidad de cosas que hay que hacer, para poder sobrevivir a tan violento enfrentamiento, aunque muchas veces esta etapa nos agarra desprevenidos y ya estamos metido en plena guerra cuando nos damos cuenta, es mas, si nos damos cuanta tarde ya habrá bajas irrecuperables.
Las frases mas acuchadas por esta etapa son “estamos al horno” “no llego”, “en que momento voy a hacer todo esto”, “como se paso el año de rápido”

Segunda etapa, es la mas dura,  es el enfrentamiento cuerpo a cuerpo con los 92, aunque para esta instancia nosotros ya hemos eliminado alguno de sus soldados y quedaran 61 o 60,  pero eso sí, son los mas fuertes de su ejercito.
Es en este momento donde la guerra se define, o se empieza a definir.
Acá es donde las estrategias planeadas demuestran su efectividad o su inutilidad.
Ellos descargan sus últimos y mas violentos golpes, los cuales producen grandes dolores de cabeza, el pecho se comprime,  y las ojeras transforman la cara, mientras que nosotros tiramos con lo ultimo que nos queda, y si, acá se define en una explosión de examen, trabajos finales, balances del años, lagrimas, llantos , gritos , risa abrazos saludos etc. etc. etc.
Y victimas de un lado y del otro reclaman la paz.
“hago esto ahora y dejo esto para después”, “esto seguro que ni lo pide”, “lo que no me aprendí en medio año no lo voy a aprender ahora”, “estoy al horno” (mas que antes) “bueno la ultima pregunta”, “SALI  BIEN”, “Salí mal”

Tercera y última etapa, momento de finalización,  en esta etapa no  importan los resultados, ya que si se perdió o se gano  la paz se firma igual. Por lo general se firma con sidra, pan dulce y turrón. Y todo termina,  las ojeras desaparecen, la cabeza se relaja y el pecho se descomprime (Por lo menos por algún tiempo, antes que empiece una nueva guerra a principios de febrero).

A continuación adjunto nombre e identikit de estos tres violentos guerreros, y si se los cruza, tenga por sabido que no lo van a tratar con cariño.
           


                                                                                                                                    Gonza!

martes, 19 de octubre de 2010

Gugui: un canillita especial

 En todos partes siempre hay personajes inseparables de nuestras vidas cotidianas, sencillos, autóctonos, y a su vez enormemente populares por la alegría y la comunicación humana que nos dan. Son personas que no son noticia pero en cambio son parte de la gran riqueza de nuestros paisajes. Aquí un ejemplo del color particular de la localidad de Piedras Blancas. ¡Que lo disfruten!

Gugui, el canillita de Piedras Blancas
Con un caminar marcado, pero suave a la vez, recorre las calles del pequeño pueblo que lo vio nacer. Las mañanas son sus favoritas, ya que de otra forma la novedad se transformaría en historia pasada si llegara en cualquier otro momento del día. Camina y camina aquel portador de información ansioso por completar la venta de los periódicos que serán leídos por los curiosos pobladores. Pero no es un canillita como cualquier otro, él es especial por dos motivos: el primero y quizá el de menor importancia (esto no quiere decir que no la tenga) es que es la única persona que tiene esta profesión en el lugar; y la segunda razón por la que  trasciende su oficio es que posee una discapacidad mental. Esto no lo hace inferior, sino todo lo contrario, lo hace un ejemplo. En el pueblo todos lo conocemos como Gugui, pero su nombre es Vicente.
Los senderos se abren ante los pasos de Vicente. Un “hola, ¿cómo te va?” puede resultar muy particular en la voz de este caballero andariego que buscará agotar la cantidad de diarios que llegan a este lugar de la provincia. Nada más especial.
Las mañanas de Vicente comienzan frente a su casa. Sentado en el pilar, junto con el dueño de la panadería (que es, también, familiar suyo) comparten, entre mate y mate, la primer charla del día. Bizcochitos de por medio, palabras van, palabras vienen, el desayuno se hace rescatando acontecimientos, grandes o pequeños, públicos o privados, buenos o malos.
Con su gorra de colores azul y blanco, su pantalón de jeans, sus zapatillas y un portafolio de lona azul, comienza el recorrido en el cual encontrará a sus amigos y clientes y a todo aquel que tenga ganas de leer las noticias que contienen los diarios que llegan a la localidad.
Irá a retirar a la agencia de quiniela de don Battisti (donde llegan los pedidos de revistas), el manojo de ediciones que llegó antes de que el sol asomara sus rayos para, luego, comenzar con la actividad que lo hizo popular.
En el camino no gritará: “¡Diario, diario!” como lo hacen en la ciudad. Pasará, como paseando. Quien desee lo hablará y le pedirá que le acerque las novedades impresas en papel. Atentamente se arrimará y cambiará su tesoro por dos monedas (una de un peso y una de cincuenta centavos).  Pero que nadie intente joderlo. Conoce perfectamente el dinero y sabe entregar el cambio justo cuando el pago que cualquier lector hace supera el peso con cincuenta.
Así, terminará, cerca de la mitad de la mañana, el andar comprometido de su labor. Llevará la recaudación a la agencia. El dueño de ésta, le dará a Vicente, el porcentaje que le corresponde en relación a la cantidad de ejemplares vendidos.
Y luego, partirá contento a su hogar.
A pesar de que su oficio es matutino, el día de Gugui no termina allí. Después de haber descansado unos minutos, se preparará cuidadosamente para asistir a las clases y los talleres del Centro de Integración para el Discapacitado (C.I.D.) de la localidad. En este lugar, compartirá, con otras personas especiales como él y con profesionales, tareas que le ayudarán a crecer y desarrollar dotes que de a poco se dejan ver.
Por las tardes, acompañará a su familia en la casa. O quizá estará disfrutando junto a los panaderos de unos deliciosos mates. Puede que, también, se haga un tiempo para recorrer junto a su madre las calles que durante la mañana fueron suyas pero que ahora compartirá con un ser para él muy especial.   

Por Noe Bruno

viernes, 15 de octubre de 2010

Colapso

Es algo que escribí allá por unas días complicados de agosto, pero como el sentimiento viene al caso creo que vale su publicación, espero que les guste!!

Nada más mudo y vacio que un grito que quiere ser y no puede...
Colapso

Huyendo de esta sombra que va derramando sal a mis espaldas
Imposible de mitigar esta mala racha, en la que no creo, pero que no se va
Estancada, y pesan estas buenas ideas que no puedo sacar de los bolsillos
Agotada de esta maldita sensibilidad que me hace tan extremista
Idiota por esa absurda concepción de que mi cuerpo no es más que un medio de transporte.
Y esta neblina en los ojos
 …estos alfileres en la frente
… esas vacaciones que no llegaron
…estos parámetros de exigencia altamente distorsionados
Que no vengan las frases de aliento, ya las conozco.
Sólo necesito, sólo dejen que me sienta mal.
En algún momento tenía que colapsar. 
Por *LoRe*PaO*

martes, 12 de octubre de 2010

Los placeres del semáforo

Todo comenzó cuando Vicente estaba enrollado sobre si mismo, porque, por el contrario de lo que pueda pensar el común de la gente, los bichos bolitas cuando se enroscan no se quedan estupefactos mirando las grietas grises y acuosas de sus abdómenes, sino que la mayoría vive esta situación como un momento propicio para reflexionar íntimamente con sus conciencias. Cuestiones existenciales y filosóficas son abordadas en estas instancias, como: ¿qué es el ser? ¿cuál es la esencia de la vida? ¿hay un bien supremo?. En eso andaba Vicente, pensando en las tres luces trascendentales del semáforo.
     Desde la perspectiva de su hogar, una roca en el suelo cercana al dispositivo lumínico, las lámparas de colores tenían la dimensión de inmensas lunas resplandecientes, de un fulgor secuencial. Durante el día las luces solo brindaban un tenue resplandor, pero durante las noches su color se extendía, algunas mariposas y polillas desertoras de la luz blanca danzaban entonces un ritual, reflejando en sus alas el rojo, el amarillo y el verde.
       “¡Qué injusta es la vida para los de abajo, qué grande los placeres de quien tiene alas! ¿No deberíamos poder tener todos la misma dicha? ¿Por qué los crustáceos terrestres hemos de conformarnos con la oscuridad y la humedad? ¿Quién dijo que todos nosotros la preferimos?” se interrogaba Vicente.  Pero pronto la indignación se le convirtió en convicción, se decidió a subir, se desenrolló de sí mismo, se dio cuenta de que había caído una copiosa lluvia, no le importó. Sus 14 patas recorrieron velozmente los 50 centímetros hasta el semáforo, cuando llegó elevo la mirada sin comprender aún como subiría, elevo una pata en un gesto triunfal, y cuando tocó el poste “¡zas!”, estaba electrificado, su cadáver quedó en el piso, era una bolilla marrón.
      Su pequeño espíritu comenzó a elevarse por el aire, se asombró de lo insignificante que era el cuerpo que iba a dejando atrás, se remontaba,  ¿hacia dónde? , el cielo quizás. Pero llegada determinada altura una luz verde intensa fue una tentación en el camino, su pequeña alma se lanzó contra el farol como si una fuerza superior la atrajera. El ánima de Vicente fue extendiéndose por cada milímetro del semáforo, y la electricidad que recorría el aparato pareció devolverle el pulso, él era ahora tan inmenso como un Dios.
       Poco después, sin embargo, se dio cuenta que las dimensiones eran relativas, ahora que era alto pudo ver que había otros tres semáforos como él, las personas de las que solo había escuchado hablar le parecieron pequeñas, también contempló enormes y extraños insectos de diversos colores que rodaban por los caminos,  bichos llamados vehículos. En cierto modo fue un poco chocante observar que distinta era la vida a la visión del mundo que él tenía. Pero por otro lado, era tal el éxtasis que le provocaban las luces, que estaba seguro de que su regocijo no hubiese sido tan enorme ni en su vida anterior ni en el paraíso. La luz verde le resultaba fresca y natural, como un soplo de primavera; la amarilla en cambio, le producía un cosquilleo alegre de temperatura; el color rojo era como un infierno naciendo desde su interior, un golpe de pasión, un placentero dolor.
     Como solía suceder por las noches mariposas y polillas llegaban por su dosis de luz. Vicente había estado esperando este momento. En una primera instancia el ritual le pareció maravilloso, todos los insectos, tres polillas, una mariposa negra y otra amarilla, y dos grupos homogéneos de mosquitos y pequeñas moscas comenzaban girando ante la luz verde, luego hacían una media vuelta por la amarilla, y después una ronda danzante por la roja. Pero después de un tiempo lucían torpes y confundidas, embriagadas de tanta luz chocaban torpemente contra los faroles, no tenían fuerzas para seguir la secuencia del semáforo, y muchos de los insectos más pequeños quedaba tendidos en los bordes metálicos. En vez de acompañar las sensaciones de Vicente, tales hechos le arruinaban el momento.
    Con el pasar de los días, le era más molesto tener que compartir su luz llegando el anochecer, la sucesión de felicidad que eran para el sus luces era degradada por los que él consideraba unos bichos adictivos. “¿Cómo tengo que hacer para que me dejen en paz? No se dan cuenta que esta dicha es para seres superiores, no ven acaso que son los bichos vehículos quienes si saben disfrutar ordenadamente sin molestar” se indignaba el semáforo, pero no había caso, no existía forma de que lo escucharan. Fue incrementándose su odio cada vez, y empezó a confabular con su mente un plan para deshacerse de esos seres, ¡si tán solo pudiera enrollarse! ¡qué fácil era pensar en aquel encuentro interior! Pero de pronto como si se le hubiese prendido la lámparita, aunque suene irónico, se le ocurrió una idea, ¿Qué sucedería con  los bichos si la dosis de luz es fuerte y la secuencia sumamente rápida? ¿no serviría para darles una lección?.
      Totalmente convencido de su plan, espero que llegara la oscuridad, dejo que mariposas, polillas, moscas y mosquitos se sirvieran el primer trago y tomarán ritmo. Entonces puso todas sus fuerzas en manejar las luces, la secuencia comenzó a ser cada vez más rápida: verde, amarillo, rojo, verde, amarillo, rojo. Los insectos danzantes empezaron a dar giros desesperados, a volverse locos, a golpearse entre si. Vicente concibió un placer que nunca había sentido, y se sintió más poderoso que nunca. Pero entonces “¡zas!”, la nueva intensidad de luz y secuencia había atraído a un insecto de los grandes, un automóvil se había incrustado contra él, otra vez estaba doblado sobre si mismo, pero no era de nuevo un bicho bolita, no pensaba, no era nada.
    
                                                                                                          Por *LoRe*PaO*

miércoles, 6 de octubre de 2010

Hijos bastardos de la globalización

 
Tema: Hijos bastardos de la globalización
Interprete. SKA-P
Albun: Lagrimas y gozos (2008)
Comienza mi jornada cuando sale el sol
Tengo 12 años, vivo en la desolación acá en otra dimensión
Mis pequeñas manos son la producción de miles de juguetes
con los que podrán jugar allá niños como yo
Víctimas reales de un juego demencial
la economía de mercado busca carne fácil de explotar
La macro producción que nos ofrece bienestar
son millones de niños de esclavos, son niños esclavos, condenados
NO SÉ LO QUE ES GLOBALIZACIÓN
NO SÉ LO QUE SON DERECHOS HUMANOS
SOLO SOY UN ESLABÓN, UNA PIEZA MÁS DE UN PUZZLE MACABRO
NO SÉ LO QUE ES GLOBALIZACIÓN
NO SÉ LO QUE SON DERECHOS HUMANOS
SOLO SOY UN ESLABÓN, LA IRA DE TU DIOS.
Con indiferencia les puedes contemplar
como máquinas robotizadas produciendo sin parar
es un claro ejemplo más de cual es el dios que hay que adorar
el fin justificará los medios ante el dios dinero, dios dinero
NO SÉ LO QUE ES GLOBALIZACIÓN...
Condenados, explotados
¿Te escondes? dime por qué! ¿Te avergüenzas? dime por qué!
Cómo cambiaría completamente la situación
si fuese a tu hijo a quien dedicase ésta canción
no tiene amparo, a nadie le interesa
al bolsillo, a los beneficios de la empresa
En occidente su llanto no se siente
el sufrimiento y la apatía no se ven
las leyes son dictadas por la gran empresa
Condenados, explotados
Son hijos bastardos de la globalización
Te importa a ti, me importa a mí, son hijos bastardos de la globalización
Te importa a ti, me importa a mi, ejércitos de esclavos de la puta globalización
Prosigue mi jornada, ya se pone el sol
Tengo 12 años, vivo en la desolación acá en otra dimensión

                                                                                                                                  
                                                                                                                                Gonza!